Buscar este blog

viernes, 13 de abril de 2012

Pintura del S. XIX Vs. Fotografía

Normalmente suelen atraerme aquellas pinturas, fotografías y películas que muestran la cotidianidad, aquellas que son un reflejo de la vida misma, de la fracción de segundos que nadie observa, que todos pasan desapercibida. 

Estas escenas o lugares son tan comunes que nuestros oídos y ojos parecen insensibles a su existencia, pero que muchas veces en una tarde apacible sin gran cosa qué hacer, donde el tiempo no juega en contra nuestra como lo hace el resto de los días, podemos percibir la existencia de estas siluetas, seres, objetos, texturas, materiales, patrones. Por esta razón iba a elegir una pintura del español Antonio López titulada "El lavabo y el espejo". Esta es una pieza que me gusta mucho contemplar, nunca me cansa, siempre descubro algo nuevo, sin embargo, para este trabajo de comparación y análisis debía elegir una del siglo XIX, aún así la pongo a continuación como referencia.


"El Lavabo y El espejo" de Antonio López G.



Ahora bien, para dar inicio al ejercicio, elegí las siguientes imágenes que no tienen nada que ver con lo cotidiano pero sí con aquellas cosas que están implícitas y que pasan desapercibidas, ilusiones ópticas.


Pintura de René Magritte:




Y fotografía de Chema Madoz: 






La pintura me provoca de forma instantánea un estado de "shock". ¿Por qué?, puesto que me enfrento cara a cara con un universo que se presenta ante mí como un "algo" y de pronto ese algo no es el "todo". Me encuentro en un universo que está inmerso en otro y así sucesivamente, donde la realidad cobra otra dimensión. Hay incertidumbre, los planos del universo infinito se despliegan de pronto frente a mis ojos dejándome una sensación de inestabilidad. No sé qué parte de ese mundo soy. Qué tan frágil se ha hecho mi existencia y mi entorno. De pronto parece que si me asomo a la ventana y veo el cielo, puede tratarse de un telón pintado, las personas y coches que veo pasar en la calle, pueden ser hologramas. Me encuentro ante un mundo que engaña y sorprende mis sentidos.


Pareciera caer por un abismo directamente al vacío, al fin del mundo, a la nada, sólo veo las nubes mientras la gravedad me arrastra hasta el fondo, muy similar a lo que ve un hombre que se suicida arrojándose al vacío en un día lleno de nubes, de pronto se presenta ante mí un fondo, un piso. Como si fueran aquellos narrados por Dante Alighieri, un piso que aparece de la nada y me detengo; nunca sucede la caída, es como si de pronto me hubieran puesto pausa antes de colapsar. Un mundo surrealista frente a todos mis sentidos, pierdo noción de la realidad. ¿Somos parte de una gran obra de teatro?, ¿Pequeños actores o títeres?, ¿Quién escribe el guión?, ¿Cuál es nuestro final?, ¿Existirá una segunda parte, aún si morimos en el primer acto?, ¿Quiénes conforman el público?, ¿Acaso son los creadores?... Vivimos de ilusiones. La libertad es una de ellas.


La fotografía, confirma lo anterior. Pertenecen a siglos distintos, a autores que nunca se conocieron pero ambos han capturado esa misma esencia. La jaula y la nube. La nube puede estar dentro, pero se escapa, es similar a pretender tapar el Sol con un dedo. La nube se evapora, se transforma, de un instante a otro se pone toda gris, se enfurece y llora. El llanto se convierte en río, sale el Sol nuevamente y el río se vuelve vapor, y éste nube, nace el hijo de esa nube que creímos tener atrapada y sin salida. La libertad se nos escapa de las manos al igual que la vida, es efímera.


La misma jaula puede ser corroída con los años y con la misma lluvia, se oxidará y se convertirá en polvo, igual que el hombre, igual que las hojas secas, cenizas, somos polvo efímero.


En efecto, me quedo con una sensación extraña, un poco reflexiva, un tanto trágica, nostálgica. Pero todo surgió a partir de lo que la pintura desató en mi mente, más que lo que logró la fotografía, que fue más directa, inmediata. La pintura es más profunda.